lunes, 30 de mayo de 2011

Amor trágico.

Esta historia ya esta terminada, le podría sacar bastante más partido, pero era para presentarla en un concurso, y el límite de páginas es un verdadero coñazo. En algún momento intentare rellenarla un poco, pero almenos hay un principio y un final... Espero que os guste =)
       

             EROS TRÁGICO
Empezó a correr, no podía soportarlo más. Ya le pisaban los talones, pero debía aguantar, no debía permitir que la manipularan de esa manera. Aunque fuese hija de un Titán, no significaba que tuviese que ser como ellos. Tenía que escapar, cuando ya parecía que les había dado esquinazo, se encontró rodeada por sus hermanas. Sabía que iba a morir, no podía escapar después de traicionar a su familia. Iban a darle el golpe de gracia cuando alguien empezó a moverla bruscamente...
Había sido una pesadilla, una pesadilla que se repetía noche tras noche, desde hacía décadas, pero que aún así no conseguía liberarse de ellas. Tardó unos segundos en reponerse; miró a su alrededor, contemplo a las cazadoras que la observaban preocupadas. Ya todo había pasado, lo ocurrido en el sueño paso mucho tiempo atrás y ahora tenía una nueva familia. En la que todas luchaban por corregir el mal y seguían con devoción a la Diosa Artemisa. La que les propició la inmortalidad, si la seguían fielmente y renunciaban al amor y a los hombres.

-Ya es hora de irnos Zoe. ¿Te encuentras mejor?_ Preguntó Freya_.

Freya era su mejor amiga. Se conocieron después se que Zoe lograra escapar,  malherida, de las garras de sus hermanas. La encontró medio moribunda en las profundidades de un bosque mientras recolectaba comida. La cuidó hasta que estuvo completamente recuperada y siguieron juntas durante un tiempo. Hasta que un día, paseando por el bosque se encontraron por casualidad con un grupo de mujeres, todas vestidas con túnicas blancas. Así fue como conocieron a las cazadoras, y poco mas tarde se unieron a ellas.
-Tranquila, estoy bien, venga vamos a recoger. ¿Hoy por donde iremos?_Preguntó_.
-Artemisa dijo que estaríamos rondando por las montañas del norte de Atenas.
- No se que espera que encontremos allí._ Replicó_.
-Parece ser que un grupo de mantícoras están armando barullo por allí últimamente.

Comenzaron el viaje hasta las montañas. No hubo complicación alguna. Cuando llegaron a la zona más frondosa, se dispusieron a montar el campamento; cuando se oyó un grito a lo lejos. Rápidamente cogieron sus arcos y flechas para poder dar caza a la criatura que había echo chillar de tal manera a ese ser. Se dirigieron por donde les había llegado el desgarrador sonido, Cuando una enorme mantícora les sorprendió arriba de sus cabezas. Era enorme, tenía unas alas escamosas de dos metros de longitud, unos dientes afilados como cuchillas. Solo su cola media metro y medio, aproximadamente la mitad que su cuerpo. Todas las cazadoras se pusieron en posición para disparar sus flechas. No les costó mucho derrotar a la increíble bestia, aunque fuese fuerte, ellas la ganaban en número y estaban bendecidas por el poder de la Diosa de la caza. Se disponían a volver al campamento cuando Zoe advirtió un cuerpo inmóvil entre unos arbustos. Cuando intentó pedir ayuda, todas se habían esfumado. Se acercó para contemplar a la víctima, se trataba de de un hermoso joven de tez pálida y cabellos color paja. Estaba manchado de sangre, tenia un costado ensangrentado y una brecha en la cabeza que parecía ora del golpe que se había dado al caer.  
Seguía con vida,  aunque había perdido mucha sangre debido al mordisco propiciado por la mantícora. Rápidamente Zoe cogió su cantimplora y le vertió en la boca la pócima que usaban cuando estaban heridas, la cual las curaba casi automáticamente.
A los pocos minutos abrió los ojos, unos increíbles ojos azul cielo.

-Tranquilo, ya estás a salvo. Ya nos hemos desecho del monstruo._Le dijo Zoe_. ¿Como te llamas? ¿Te encuentras mejor?
-Hola, me llamo Héctor._contestó medio aturdido_ Si gracias. Me encentro mejor._ Dijo mientras observaba maravillado esa melena larga y oscura recogida con una diadema plateada y esos ojos chispeantes color miel.
-¿Que hacías en este sitio tú solo?_Preguntó_.
-Huía, no puedo volver a mi pueblo, quieren matarme. No entiendo la razón, pero desde niño me han hecho vacío, hasta que hace unos meses empezaron a perseguirme.
-¿Cuál es el motivo para que quieran matarte? ¿Qué has hecho?
-Nada, nunca he hecho nada. Desde que tengo memoria he estado solo, no e tenido amigo, ni amor fraternal. Nada. ¡Todo por esa estúpida maldición!

A  Zoe le removió algo por dentro, aunque no fuese exactamente el mismo caso que el suyo. Ella también había tenido que huir de su hogar.
-¿Maldición? ¿A que maldición te refieres?
-Dicen, que estoy maldito. Que cae sobre mi una maldición, la cual dice que seré el causante de la destrucción del mundo.
-No te creo, si eso fuese cierto los dioses hubiesen echado cartas sobre el asunto.
-¡Chist! Los Dioses. Para ellos solo somos juguetes. No les importamos para nada. Simplemente observan y ayudan a quienes les interesa. Se creen mejor que los Titanes, pero no, son todos iguales._dijo con tono despectivo_.

Zoe se levantó enfadada, no podía creer lo que acababa de oír. No era posible que una persona pensase de esa manera, ella que había sido maltratada por los Titanes y había encontrado un sitio entre los Dioses… No podía tolerar esa manera de pensar.
-¡Oye! No te pongas así. Perdón si te ha molestado, pero es lo que pienso. ¡Siéntate y hablemos!

Aun enfadada volvió a sentarse. Pasaron las horas volando. Zoe le contó su historia, y así Héctor comprendió su punto de vista. Ya estaba apunto de amanecer cuando Zoe volvió a la realidad. Hacía horas que tenía que estar en el campamento con las cazadoras. Esto que estaba haciendo no estaba bien.
-Tengo que irme._Dijo con impaciencia_.
-¿Volveré a verte?
 -Lo siento… Pero no debemos…

Y sin dejarla terminar, Héctor la cogió por la cintura y la besó. A Zoe le pilló por sorpresa y no tuvo tiempo de dar reacción alguna. Fue un beso al principio con ternura, que terminó ardiendo de pasión Un beso de auténtico amor.
Y justo en ese instante, las cazadoras llegaron donde estaban, encabezadas por la Diosa Artemisa… Se avecinaba lo peor…
Raro fue que no fuese sentenciada a muerta por la misma Diosa, pero igual daba. Iba a morir de todas maneras. Sin la protección de la Diosa, no había ningún impedimento para que Atlas, su padre, la encontrase. Y sin Doda alguna, la mataría.
Nada mas irse las cazadoras el tiempo empezó a cambiar. Nubarrones negros aparecieron por todas partes y taparon por completo el cielo azul. Rayos y truenos empezaron a caer .Zoe y Héctor estaban con las manos entrelazadas cuando justo enfrente de ellos cayo uno. La luz les cegó durante unos momentos, pero al recuperar la vista vieron ante ellos a cinco muchachas de pelo negro y ojos color miel. Las hermanas de Zoe. Que al contrario que ella no tenían una cara dulce, en sus rostros se reflejaba la maldad.
Zoe para proteger a Héctor le soltó la mano y se encaminó hacia ellas. Héctor tardó unos segundo en comprender lo que Zoe intentaba hacer…
-¡NO1 ¡No puede hacer eso! ¡No podemos rendirnos tan fácilmente!_gritó desesperado_
-Es la mejor solución. Así evitaremos sufrimientos. Además de que debía de pasar tarde o temprano._Dijo mientras brotaban lagrimas de sus ojos.
Y se la llevaron.
Héctor no sabía que hacer, pero tenía muy claro que no iba a dejar morir tan fácilmente a la mujer que amaba. Decidió ir en su búsqueda, no sabía exactamente donde se encontraba, pero algo le decía, que siendo hija de quién era, debía encontrarse en la cima de la montaña espiral. La montaña mas alta del mundo.

Zoe estaba aterrorizada, sabía exactamente que era lo que le esperaba, ya era la muerte. Cuando llegaron, la presentaron inmediatamente ante Atlas. El Titán que sostiene el Mundo. Unas sonrisas se dibujaron en su rostro y en los de sus malvadas hermanas.
-¿Esperas la muerte verdad?-Sonó la voz seca del Titán_.
-¿Qué si no?
-Pues ha habido un pequeño cambio de planes._ Dijo con una sonrisa malévola dibujada en sus labios_. Pensamos que es mejor encerrarte durante toda la eternidad. Separada de tu amado. ¡Ese será mejor castigo!
-¡No porfavor! ¡Mátame! Os lo suplico…
-Dije que no… ¡Lleváosla!

Rápidamente se la llevaron y la encarcelaron en la cueva más profunda de la montaña.

Héctor consiguió llegar a la cúspide de la montaña, y sin necesidad de buscar, enseguida visualizó a Atlas. En el centro de la montaña… Sujetando el mundo…
-¡He venido a liberar a Zoe!_Dijo con valentía_,
-¿Harías lo que fuese por ella verdad?
-Si.
-Podemos hacer un trato….

Zoe ya se había resignado ha que esas eran las últimas pareces que vería en toda la eternidad, cuando sus hermanas entraron a la cueva.
-Levántate, hay un cambio de planes._Dijeron al unísono_.
Salieron de la cueva, y empezaron a andar hacia el lugar donde se encontraba su padre, pero no fue a su padre al que vio sosteniendo el mundo. Sino que era Héctor el que soportaba esa enorme carga. No podía entender como había pasado algo así.
De pronto, recordó la maldición. Héctor sería el causante de la destrucción del mundo.
¿Y si se refiriese a esto? Héctor era un simple mortal, no podía soportar todo ese peso. Iba a morir si o si, y junto a el, toda la humanidad. Debía hacer algo para impedirlo.
¡Y conocía la única opción¡ Se acercó a el y imitando que lloraba desesperadamente le susurro al oído. “Confía en mi, saldremos de esta. Haz conmigo el mismo trato que hiciste con mi padre”
Y Héctor con sus últimas fuerzas, le cedió el lugar a Zoe. Ahora le tocaba a ella soportar la gran carga, pero solo el hecho de que no era su persona amada la que tenía que soportar ese dolor, le daba fuerzas. Y entonces todo surgió como ella había previsto.
Un extraño poder arrastró a Atlas hacia el lugar donde había pasado tantos siglos, ya que no le estaba permitido, que ninguno de sus hijos e hijas ocuparan su sitio.
Y así fue como ambos quedaron libres del peso de la humanidad, sin esta ser destruida.
Pero Héctor estaba muy mal, soportar tan gran carga para un ser humano era un autentico suicidio, y entre los brazos temblorosos de Zoe, murió, no sin antes pronunciar un… “Te quiero”.
Zoe se desplomo encima de su cuerpo llorando desesperadamente, no podía creer que por culpa de un despiste suyo, por culpa de no hojecer las normas, muriera una persona como el. Estando abrazada a sus piernas, notó el bulto de la hoja de un puñal, y sin pensarlo se lo metió en el estomago. Y allí murieron los dos, juntos y libres para siempre.     


jueves, 14 de abril de 2011

El poder de cuatro alas.

Por fin! Esta Historia ya es mía, y aunque la haya estado subiendo a partes, ya esta terminada. Espero que os guste, después de todo, es la primera historia que redacto. Y no dicen que de la practica se hace el maestro? Pues aya va!

El poder de cuatro alas.

Un treinta-i-uno de diciembre, en una ciudad construida en lo más alto de los cielos, llamada Heira, nacieron dos ángeles a las que llamaron Alarieth y Eleriath. Era la primera vez que nacía una pareja de ángeles idénticas, y ello preocupó a los sabios del consejo angelical, ya que los ángeles tienen fama de orgullosos y no les gusta ser comparados con nadie, aunque sea de su misma especie,. Imaginar a dos ángeles exactamente iguales y con los mismos poderes era preocupante. Pero como nunca se había dado tal caso decidieron esperar…

Pasaron los años, y las dos hermanas fueron creciendo; por mucho que crecieran seguían siendo exactamente idénticas, era imposible distinguirlas a simple vista, incluso sus poderes eran los mismos. De pequeñas les gustaba-“es como ser una única persona”- decían entre risas. Pero ahora, llegada la adolescencia se les be muy distanciadas. Elerieth se convirtió en una hermosa ángel, muy buena luchadora, dispuesta a ayudar a quien se lo pidiese, tenía un gran corazón; ello gustaba mucho a la gente y todos las querían. Por otra parte Alarieth también se hizo muy hermosa, igual que su hermana; en aspecto eran exactamente iguales; y también era muy buena en combate, pero había algo que las diferenciaba, Alarieth aunque fuera siempre amable con la gente no se aproximaba tanto a ella y bajo la sombra de su hermana a la que todos adoraban fue distanciándose poco a poco del mundo. No hablaba  demasiado con la gente que la rodeaba, y sus padres empezaron a preocuparse. Los sabios del consejo angelical ya dijeron hace aproximadamente dieciséis años que algo así  era muy probable que pasara y que llegado el momento podrían suceder cosas espantosas. Días después de que los padres advirtieran el cambio, Eleriath cayó gravemente enferma y notaron un cambio brusco en el comportamiento de Alartieh. Parecía que estuviese feliz de que su hermana gemela estuviera al borde de la muerte. Hizo falta la ayuda de un gran hechicero para que la salud de Eleriath volviera a la normalidad. Nunca supieron que era exactamente, el hechicero solo dijo que tenía la sangre como envenenada,  y que si hubieran tardado un día más a llamarlo nunca hubiera vuelto a la normalidad.
 Esa fue la última vez que se vio al hechicero por Heria.
A los pocos días volvió a ser la de siempre, pero no fue la única, Alarieth volvió a ocultarse en su mundo y desapareció de su rostro todo rastro de felicidad.
Un día, mientras  Eleriath montaba su guardia a las puertas de Heria, llegó su hermana; se sorprendió al verla allí ya que nunca la visitaba en horas de trabajo, bueno, sinceramente nunca la buscaba para nada.
-¡Hola hermana! ¿Queda mucho para que termine tu turno?-preguntó Alarieth-.
-No, solo hasta que el sol roce la decena nube-contestó extrañada- ¿Por que lo preguntas?
-Por nada, solo me preguntaba si te apetecía dar un paseo como en los viejos tiempos por debajo de la primera capa de las nubes.-contestó- La verdad, es que he estado muy preocupada por ti estos últimos días, y me gustaría que pasáramos mas tiempo juntas.
-Me parece bien, iré a buscarte.
-No; ¿Que tal si nos vemos en la base del volcán?-pregunto- Así, bajamos directamente.
-De acuerdo, allí estaré.

Eleriath terminó su guardia, y se encamino hacia el volcán, cuando llegó no había nadie y decidió esperar, ya que no creía que su hermana tardara mucho. No había pasado media nube cuando Alarieth llegó, se la veía diferente, no brillaba con ese esplendor con que rebosa un ángel; se le notaba apagada, incluso parecía que la punta inferior de sus blancas alas se hubieran vuelto grises. Eleriath, preocupada, le pregunto si se encontraba bien, y por toda respuesta tuvo un ronco sonido que daba a entender un, “nunca mejor”.

Empezaron a descender, y llegaron a una montaña en la que la zona más alta, era un extenso prado; donde años atrás dos pequeñas ángeles jugaban hasta el agotamiento. Decidieron dejar de volar y continuar su paseo con los pies sobre la tierra. Siguieron explorando los lugares que tanto habían frecuentado cuando eran pequeñas….
Llegaron a una cueva de gran profundidad y muy opaca: Eleriath se quedó paralizada, y le dijo a su hermana:
-No vamos a entrar ahí, ¿Acaso olvidaste lo que paso cuando éramos pequeñas?
-No te preocupes, no fue más que un simple terremoto sin importancia-contesto-.
-¿Un simple terremoto? ¿Pero como puedes decir eso? No sé exactamente que fue, ha pasado mucho tiempo y éramos pequeñas; pero lo que si se es que no fue algo normal, hubo como un trueno que produjo un sonido desgarrador y se taponó la salida con rocas, además de que te quedaste inconsciente y no despertaste hasta una semana después sin recordar nada de lo sucedido. Tuve que abrir la salida yo sola.-contó Eleriath casi quedándose sin aliento-.
-No te preocupes, no fue nada del otro cielo, he estado aquí muchas veces, me ayuda a alejarme del mundo y a pensar-aclaró-.

No muy convencida siguió a Alarieth que parecía muy confiada. Una vez dentro Eleriath empezó a notar una especie de ondas de poder demoníaco que no le gustaron nada; poniéndose cada vez más nerviosa pidió salir de allí, y justo en ese momento Alarieth empezó a templar, el poco brillo angelical que le quedaba se apagaba por momentos, el color gris de la punta de sus alas empezó a expandirse por cada una de sus plumas.
Eleriath se asustó, y cogiendo a su hermana de los hombros y moviéndola bruscamente hacia delante y hacia atrás gritaba si nombre para que volviera en si.
De un momento a otro, dejó de temblar, y abrió lo ojos, pero algo había cambiado en ellos, ya no eran unos ojos color azul celeste que influían pasividad, se habían esfumado para dar lugar a unos ojos negros azabache con una gran chispa de odio y destrucción. Eleriath estaba aterrorizada, no savia que pasaba ni que podía hacer, intentó  posar su mano por el hombro de su hermana, pero esta de forma muy brusca se apartó; y Eleriath al borde de las lágrimas le pidió que salieran de allá, antes de que pasara algo peor.
-No -dijo con una vos como cuchillas-no vamos a ir a ningún lado, tú te vas a quedar aquí.
-¿Como dices? ¿Qué diablos te pasa? Déjate de bromas y vámonos -imploró Eleriath-.
-Ya te he dicho que no vamos a ninguna parte, este será tú final… ¡Y yo gobernaré sobre Heria!
-Pero hermana, aunque yo muriese no podrías gobernar Heria. ¿Y podrías explicarme porqué lo haces? ¿Cuándo te convertiste en esto?
-Hermana, hermana,-se mofó en tono burleta-, deja de decir estupideces. ¿Aún no te diste cuenta de que no soy tu hermana?- declaró-. Poseí a tu hermana hace exactamente ocho años aquí en esta misma cueva, de no haber sido por la resistencia que opuso el alma de esta maldita ángel hubieras muerto en ese mismo momento.-explicó-.
-¿Como un ángel de ocho años es capaz de resistir una posesión? Y… ¿Quién eres tu?
-¿Qué quien soy yo? Seguro que me conoces, cada superficie de de tierra, y mar y cada trozo de nube sabe mi nombre… pero eso lo dejaremos para luego; voy a revelarte algo que tus padres tenían que haberos tenían que haberos contado a tu hermana y a ti hace mucho tiempo… ¿Nunca te preguntaste el porqué de que siempre estuvierais tan vigiladas? Cuando nacisteis, al ser dos ángeles idénticas se creó un vínculo entre vosotras nunca visto, un poder que era incapaz de igualar, por eso, los más sabios temían que pudiera pasar algo como esto, que un demonio poderoso como yo poseyera a una de las dos y utilizara su poder para intentar matar a la otra y así dominar el mundo; pero tal cosa sería imposible, ya que el poder de ambas es idéntico y eso supondría un combate eterno que podría acabar con el reino de los cielos…Y… Por cierto… Mi nombre… es… Karkaeow.
-¿Ka…Karkarow? ¿Eres Karkarow? ¡Pero si estabas muerto! Te derrotaron poco después de mi nacimiento.
-¡Exacto! Poco después de tu nacimiento se aseguraron de que no quedara ningún demonio por insignificante que fuese fuera del infierno, y yo fui el último y más difícil de derrotar, ya que, como puedes ver, no lo consiguieron. Pero mi intención  no es intentar destruirte, porque my propósito es gobernar Heria, y después el mundo entero, no su destrucción; además de que si mueres el vínculo se romperá, y todo esto no valdrá para nada.
-¿Por qué has esperado tanto?
-Chst, como no vas a salir de aquí, te regalare un poco más de tiempo; cuando poseí a tu hermana perdí mis fuerzas, solo podía influir un poco en su comportamiento para que se alejara del mundo poco a poco, pero cuando le dieron el  puesto de guardia del volcán fui recuperando fuerzas poco a poco al estar cerca de la puerta del infierno.
-Por eso me citaste allí, para tener fuerzas para esto-interrumpió Eleriath-.
-Si, veo que empiezas a entender, después de todo no eres una niña mimada y hueca.
-¡Pues no pienso permitir que cumplas tu propósito, si es necesario, luchare contra ti!
-No tienes nada que hacer contra mí en este sitio. ¿Has notado las ondas demoníacas verdad? ¿Porque crees que te arrastrado hasta aquí para poder poseerla del todo? Aquí estuvo viviendo un diablo durante ocho años, y eso deja una marca,  que os debilita; míate, has perdido tu esplendor sagrado poco a poco…
 
Con un simple gesto de sus manos todo se volvió oscuridad, Eleriath se sintió mareada, como si todo diese vueltas, empezó a hacer un calor abrasador y la oscuridad desapareció. Cuando abrió los ojos la cegó un resplandor anaranjado, no comprendía donde se encontraba, sus  ojos solo distinguían unas formas que se movían como si fueran burbujas de gel, pero de colores amarillo, rojo i naranja… color lava. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz se levanto, se sentía como si estuviera dentro de un volcán, y decidió explorar ese extraño lugar donde se encontraba. Empezó a andar, no se trataba de ningún lugar donde hubiera estado antes y esto la inquietaba,  ya que conocía hasta el lugar más escondido de haeria. Al poco tiempo se dio cuenta de que estaba rodeada por una muralla de cristal, más que una muralla se trataba de una cúpula, lo puso comprobar cuando echo a volar y vio que el cristal no tenía límite. Empezó a rodear la cúpula en busca de alguna cavidad por la que le fuera posible salir, cuando oyó una voz a sus espaldas. Cuando se giró para ver de quien provenía no pudo evitar un grito de sorpresa, vio a un viejo ángel muy conocido al que todos respetaban en el reino de los cielos; se trataba del hechicero que le salvó la vida hace poco mas de una semana...

-¿ Que hace usted aquí?¿ A sido preso por Karkarow? ¿ Que lugar es este donde nos encontramos?_ Preguntó_.
- Paso a paso; si he sido preso por Karkarow, pero no quiere nada de mi, digamos que es un castigo por interrumpir sus planes salvándote la vida; y donde estamos, podríamos estar en cualquier parte, no se la ubicación, pero si que estamos dentro de una lámpara de lava_explicó_.
-¿Hay alguna manera de salir de aquí? ¡Tu deberías poder! ¡Eres un gran hechicero!
-Si, lo soy, pero esto es magia negra, está por arriba de mis posibilidades.
Pero tu si que puedes hacer hacer algo; utiliza tu vínculo, haz que Alarieth tome el control de su cuerpo y venga en tu ayuda.

Eleriath cerró los ojos y trató de concentrarse en su hermana, y pensó en cuando eran pequeñas, antes de lo sucedido en la cueva hace 8 años y le habló; le explicó donde se encontraba....

Karkarow se encontraba de camino a Haeria cuando empezó a perder fuerzas y notaba que no  tenía total dominio de su cuerpo. Se dio cuenta, ya demasiado tarde que su conciencia pasaba a un segundo plano y que Alarieth luchaba por recuperar su cuerpo.
Ya era demasiado tarde para oponerse a sus fuerzas y Alarieth consiguió tomar el poder de movimiento.
Empezó a notarse inquieta, savia que algo malo estaba pasando, algo dentro de ella se lo decía.
Una voz resonó en lo mas profundo de su ser, cuyas palabras repetían  "AYÚDAME", les prestó atención y con algunas complicaciones logró descifrar el mensaje.
Se trataba de su hermana y necesitaba su ayuda; en su mente se dibujaban unas imágenes muy vividas de algo que parecía el interior de un volcán.
Alarieth se encontraba desconcertada, sabía que su hermana necesitaba urgentemente su ayuda, pero no sabía donde se encontraba. Siguió a su instinto y se dirigió de nuevo a la cueva; sabía que allí Karkarow podía volver al poder , pero no lo haría, el deseo de salvar a Eleriath era tan grande que no había manera alguna de que volviera a poder controlar su mente.
Llegó a la cueva y se adentró hasta las profundidades y donde parecía que ya no había posibilidades de avanzar, observo el destello de un tenue resplandor,  siguió la débil luz y llegó al último entrante de piedra donde encontró una lámpara de lava, era de un tamaño normal, pero las formas y colores que habían en su interior le resultaban familiares... Eran exactamente las mismas que habían aparecido en su mente cuando Eleriath había contactado con ella; la única diferencia era que aquellas formas coloridas eran enormes y la rodeaban, y en cuanto aquello, era una simple lampara de menos de dos plumas y media.
Cogió la lámpara  y con su aguda vista no tardó en detectar que había algo más dentro de ella, y sin ninguna duda, se trataba de Eleriath.
La había encontrado; pero ahora el problema era como sacarla de allí.  
De nuevo volvieron a resonar unas palabras en su cabeza, esta vez reconoció al instante la voz de su hermana, la cual le decía que pensara en ella, que conectara su mente a la de ella, para así sobrepasar el poder y destruirlo... Y así lo hizo, se concentró en Eleriath, visualizó el lugar en donde se encontraba  y le habló. Podían comunicarse perfectamente como si estuvieran una al lado de la otra.

-¡Eleriath, Eleriath! ¿Estas bien?
Perdón, todo esto es por mi culpa, pero te prometo que voy a sacarte de aquí_Dijo casi al borde de las lagrimas.
-Tranquila, estoy bien, ahora que tu estas cerca incluso mejor, parece que he recuperado fuerzas. Y tu no has tenido nada que ver con esto, el único culpable es ese ser maligno que tienes dentro y te corrompe_contestó_ Pero ahora tenemos que ver como nos sacas de aquí y después ya pensaremos en la manera de destruirlo.
-¿Sacaros? ¿Que hay alguien mas contigo?_preguntó_.
- Si, el viejo hechicero Nearthel, gracias a el es por lo que me comunique contigo, pero eso mejor lo hablamos después. Lo importante ahora es salir de aquí, aunque no estoy segura de como hacerlo, según Nearthel para vencer este tipo de magia y destruir el objeto que la contiene debe de haber una conexión de magia pura de dentro a fuera_explicó_.
-Mmmmm, es que no sé, no tengo ni idea de este tipo de magia. ¿Como vamos a establecer esa conexión?
-La conexión ya la tenemos, karkarow me habló de ello, antes de encerrarme._ le contó resumidamente todo lo explicado por Karkarow, y Alarieth pensativa contestó:
-Entonces, tenemos que centrarnos como si fuésemos una sola, así la magia que nos separa se volverá débil hasta desaparecer, ya que ha sido creada para separarnos, si no hay nada que separar, se disolverá._concluyó_.
-Es lo mas probable, venga intentémoslo.

Ambas cerraron los ojos y concentrándose  la una en la otra... Ocurrió; una luz pura y cegadora iluminó toda la cueva, y se notaron mas unidas que nunca, era como si sus almas se hubiesen fundido en una sola.
La lámpara estalló en mil pedazos y estos se reducieron a polvo... De entre la luz  y las pequeñas partículas restantes de la lámpara, poco a poco se fueron visualizando dos siluetas... Se trataBa de Eleriath y del viejo Nearthel.
Alarieth se abalanzó sobre su hermana y la abrazó con todas sus fuerzas... Cuando de repente todo empezó a dar vueltas y la oscuridad los envolvió a los tres.

Eleriath se sentía mareada, cuando abrió los ojos se encontraba en la base del volcán, "¿me abre dormido y lo he soñado todo?" _se preguntó_. Pero no, a la orilla del cráter visualizó a Nearthel que llevaba a cuestas el cuerpo imóbil de su hermana, y como si no hubiera mañana, voló rápidamente hacia donde se encontravan.

-¿Que estas haciendo?_Preguntó Eleriath aún confusa_.
-Lo siento, pero e la única solución, para poder deshacernos del peligro que supone karkarow, tenemos que sacrificar a Alariath mientras esté poseída para así deshacernos del demonio. La única solución es enviarla al infierno, y para eso necesito tu ayuda, no puedo abrir la puerta solo.

Al oír aquello a Eleriath se le cayó el mundo encima, no podía imaginar una eternidad sin su hermana, y mucho menos reprochándose el no haber podido ayudarla, pero por otra parte, conocía las leyes de los cielos y savia lo que podría causar el seguir lo que te pide el corazón antes de lo que te dice el conocimiento. Así que por mucho que le doliese, se puso a recitar las palabras que abrirían la puerta hacia el infierno en el punto exacto de donde deben recitarse, las palabras que la separarían de su hermana para toda la eternidad...
Justo en el momento en el que la puerta se terminó de abrir. Eleriath se percató del brillo dorado que desprendían las plumas de las alas de su hermana, "no puede ser que algo tan puro esté poseído"_pensó_.
Y sin pensarlo dos veces, echó volar velozmente, y sin darle tiempo a Nearthel a reaccionar, le dio una patada con el pie que le hizo caer al vacío soltando de entre sus manos el cuerpo aún inmóbil de Aralieth.
Eleriath la cogió al vuelo, poco faltó para que ella fuese detrás, y asegurándose de que la dejaba en un lugar seguro, se dispuso a cerrar la puerta, prometiéndose que sería la última vez que se cerraba.
Volvió junto a Alarieth e intento hacerla volver en sí; nada mas posar una mano sobre ella, Alarieth despertó sobresaltada, y de inmediato le pidió a su hermana que le contara todo lo sucedido.
Eleriath  le contó todo lo sucedido; que al despertar había visto desde lejos a Nearthel la arrastraba hasta la boca del volcán, como le había explicado que no había salvación alguna para ella y como le había ayudado a abrir la puerta, y que una vez ya abierta se había percatado de la mentira, advirtió que el color de Alarieth volvía a ser puro, y el aura que rodeaba a Nearthel era oscura como el carbón. no se había dado cuenta de ello hasta ahora debido a que seguía bajo los efectos del hechizo inmobilizador que  le aturdía los sentidos; y que sin pensarlo dos veces actuó como el corazón le dictó, enviandolo de una patada al vacío para así evitar que acabara de cumplirse su propósito.
-Pero, aún hay cosas que no comprendo, si eso era lo que el realmente quería, porqué no lo intentó desde el primer momento?_Preguntó Eleriath_.
-Yo creo que si lo sé; no estaba realmente poseída, sino controlada por la maldad que habitaba en la cueva, y Karkarow, digamos que podía controlar esa maldad; y para lograr hacer esto tenía que reponer fuerzas, por eso se encerró en la lámpara  y me estuvo controlando a mi para engañarte, para que pensaras que realmente yo era el problema y que el te había ofrecido su ayuda para salir de allí, para así que le ayudaras a abrir la puerta_explicó_.
-Tiene sentido, pro ahora debemos dejarnos de cháchara y cerrar la puerta, esta vez para siempre_dijo_
-Si. ¿Pero como?_ Preguntó la otra_.
-¿Recuerdas el mito que nos recitaban cuando eramos pequeñas? Aquel que decía que dos aves alzaron el vuelo y al cantar las palabras mágicas volando en círculos acabaron con el mal de la tierra?_contó_.
-Sí, me acuerdo, papá y mamá nos lo contaban cada noche... Estas queriendo decir, que en realidad nosotras somos esos pájaros?_dijo sorprendida_.
-Exactamente, la verdad es que es probable, ningún niño de la escuela conocía tal historia, solo nosotras...
-Pues si es así, empecemos _corto Alarieth_.

Y así hicieron, alzaron el vuelo, y cuando se dispusieron a voltear el cráter, de sus gargantas brotó una melodía que ni siquiera ellas conocían, poco a poco, cosa que ninguna de las dos imaginaba del sol salieron rayos amarillos que cayeron sobre el volcán, combiertiéndolo en una maravillosa colina verde.

Satisfechas y tranquilas ahora que ya todo había terminado, se dispusieron a dar el tranquilo paseo que se les había interrumpido hace ocho años.

















sábado, 2 de abril de 2011

Ireth.

Esta historia también fue creada por mi hermano Myrtaro, la cual me gustó mucho y le e pedido permiso para escribirla aquí, para que la podaís leer.

 Ireth
Me puse el guante de cuero y por último cogí el amuleto que me regaló Mahtah. Ya
estaba lista, era mi primera misión. La noche anterior no había pegado ojo, estaba muy
nerviosa, pero aún así me encontraba fresca como una rosa. Era una simple misión
rutinaria de patrulla por el bosque bajo las órdenes de mi capitán Elledan. Al salir de
casa me enfundé el arco y el carcaj a la espalda, me apreté por última vez las botas y me
introduje en las sombras del bosque para no salir hasta que terminase la patrulla. En eso
consistía mi trabajo, era una forestal y me convertiría en la mejor que nunca había
existido.
Tras reunirme con los otros miembros del equipo Elledan nos dio las instrucciones.
Éramos en total diez forestales, dispuestos todos a dar nuestras vidas por Athel Loren.
Mientras recibíamos instrucciones no podía controlar mis nervios. El capitán lo notó y
me dirigió una leve y disimulada sonrisa con el fin de tranquilizarme, no lo consiguió.
Le había conocido durante mi última fase de entrenamiento, fue toda una sorpresa
cuando me enteré que había pedido que ingresase en su unidad. Sin su recomendación
aún estaría en el campo de tiro practicando para ser guardiana del bosque. Le debo mi
actual vida, gracias a él soy lo que realmente quería ser.
Nuestra reacción fue inmediata, tras recibir nuestras órdenes saltamos hacía las ramas
de los árboles en la formación que se nos había indicado. La misión había empezado.
Durante varias horas fuimos saltando de rama en rama, silenciosos, escuchando el
bosque, esperábamos cualquier aviso de peligro, cualquier llamada de auxilio del
bosque. Recibir un aviso de ese tipo implicaba que la misión se complicaba, pero sentía
que podría detener a cualquiera. Algo ardía dentro de mí. El sentimiento de euforia por
haber logrado mi meta me hacía sentirme fuera de mí.
De repente todo el bosque calló, no oímos absolutamente nada: ni murciélagos, ni las
ramas de los árboles al viento, ni los riachuelos al pasar, nada. Nada.
El bosque se había quedado mudo por completo. Al cabo de unos segundos nos llego un
grito desgarrador, el grito de varias formas de vida muriendo a la vez, un doloroso
estruendo apocalíptico que anunciaba derramamiento de sangre. Elledan nos hizo la
señal y en perfecta sincronización abrimos la formación. Descolgué mi arco del carcaj y
lo cargué sin disminuir la marcha. Íbamos al ataque. Defenderíamos el bosque.
Nuestro avance fue cada vez más rápido. Llegamos en apenas unos segundos y los
vimos. Diez caballeros en una orgía de sangre y destrucción, no dejaban nada vivo a su
paso, mataban animales y pisoteaban arbustos. Nada más verlos nos lanzamos al ataque,
nos habíamos desplegado alrededor del claro donde estaban .Sin señal alguna lanzamos
al unísono nuestras flechas a sus cabezas y nosotros saltamos detrás de ellas dispuesto a
rematarlos. Todas las flechas rebotaron en sus armaduras. El choque de fuerzas fue
incontenible, durante la caída disparamos dos andanadas más que sufrieron la misma
suerte que la primera, mientras los caballeros aprovecharon y montaron en sus caballos
para cargar contra nosotros. Uno de mis compañeros no llegó a tocar el suelo con vida.Mientras veía la muerte de mi compañero la ira iba aumentando en mí. Tuve que
esquivar una lanza impulsándome sobre ella para saltar para no correr su misma suerte.
Llegué al suelo y di un salto hacía atrás, en combate cercano eran muy superiores a
nosotros teníamos que alejarnos. Seguíamos disparando pero sin ningún resultado.
Cuando me quise dar cuenta casi todos mis compañeros estaban muertos y tenía a tres
caballeros cargando contra mí. Me aferré al colgante de Mahtah, me hubiese gustado
despedirme de él, este iba a ser mi final pero moriría luchando. Lancé el arco i saqué las
dagas de las espinillas, no era muy diestra con ellas pero eran mejor que el arco en
cuerpo a cuerpo. Espere el momento justo, si me lanzaba un segundo antes fallaría el
ataque y si lo hacía un segundo después moriría. Cuando la primera lanza me rozó el
cabello salté contra el caballo y le hundí la cuchilla en el cuello, este relinchó antes de
caer muerto lanzando a su caballero unos metros más allá. No pude parar a contemplar
mi leve victoria pues tenía una lanza a apenas unos centímetros de mi cuello, sin
girarme agarré la punta de lanza de mi enemigo impidiendo su avance en contra de la
voluntad de su montura lo que le hizo caer a mis pies. Mi objetivo no eran ellos sino sus
caballos así que fui por mi última víctima. Esquive su ataque y me quedé debajo del
cuello del animal, salté hacía arriba rebanándole el cuello. Me quedaban apenas unos
segundos de vida, esperaba haber podido ayudar a mis compañeros a escapar. Cuando
me giré a ver como estaban la imagen fue desoladora, no quedaba nadie con vida,
excepto Elledan que seguía luchando con el líder de los caballeros. Recibí un corte en el
brazo, los tres caballeros estaban a mí alrededor con las espadas desenfundadas. Otro
corte, este en la pierna .No podía huir. Caí de rodillas cuando me hirieron la segunda
pierna. Pensaban jugar conmigo hasta que muriese matándome lenta y dolorosamente.
Los dos brazos me ardieron de dolor y no pude sostener las dagas por más tiempo. Poco
a poco la sangre brotaba más rápidamente y por más sitios a medida que las espadas me
iban alcanzando. Iba perdiendo la conciencia, estaba muriendo.
Me desperté súbitamente en medio de la noche. Notaba una opresión en el pecho, algo
le había pasado a Ireth no había duda. Salí en dirección al bosque para averiguar que
había pasado. Cuando estuve rodeado completamente de árboles empecé a cantar, les
preguntaba que había pasado, porque sentía que Ireth ya no estaba. Ellos me
respondieron con silencio, el silencio de la falta de la vida eco de lo que sucedía. En
algún lugar del bosque la vida había terminado e Ireth estaba allí. Había muerto sin
duda.
Tardé toda la noche en localizar el lugar exacto y fui a avisar para recoger los
cadáveres. Cuando llegamos nos encontramos un paisaje desolador lleno de muerte y
destrucción, pero solo encontramos nueve cuerpos y todos elfos. Los cantores nos
quedamos invocando al espíritu del bosque para reparar el daño mientras que el resto de
la compañía llevaba a los muertos a sus casas.
Cuando terminamos fui directamente a la casa de Ireth. Vivía sola. Al llegar no había
nadie y solo estaba su cadáver en la cama. No pude evitar ponerme a llorar de
impotencia, me hubiese gustado estar allí para salvarla, tal vez con mi magia…hubiese
podido hacer algo. Lloré durante muchas horas su perdida, no sé que haría sin ella.
Finalmente terminé durmiéndome, tanto por desesperación como por cansancio, encima
de su cuerpo. Era la mejor amiga que nunca tuve. La amaba. Cuando desperté ya era de día. No sabía si del mismo día o varios posteriores. El lago
estaba a mi lado y mis ropas donde las dejé. Me vestí y volví a casa. Tenía que
averiguar si había surgido efecto.
Al llegar noté un gran revuelo alrededor de la casa de Ireth. Algo pasaba. Entré y lo que
vi me impacto. Todo estaba como lo había dejado, los pergaminos, los platos de la
última cena, mi ropa, etc. Solo había una cosa cambiada en la habitación, donde estaba
la cama con los restos de Ireth ahora habían un gran número de raíces formando una
crisálida de madera. El suelo de la casa cobró vida y se engullo el cuerpo de su
propietaria. Nunca había sucedido nada parecido, todos estaban perplejos. Cuando
presencié la escena las pocas esperanzas que aún conservaban se desvanecieron. Corrí
hasta la crisálida que contenía su cuerpo y empecé a lanzar un hechizo para hace que las
ramas se moviesen y la liberasen de nuevo. En ese momento me di cuenta de lo
sucedido, la crisálida era fruto de mi encantamiento en el lago. Me había quedad sin
poderes y no solo eso, también era mudo. A pesar de no tener poderes notaba como
Ireth estaba en su interior, era una cosa inexplicable pero sentía su vida.
Lo siguiente que vi fueron unas raíces que se prolongaban hacía el infinito iluminadas
por una tenue luz verdosa proveniente de ningún lado. Estaba flotando en un espacio
vacío. Estaba sola. Solo estábamos las raíces y yo. De repente una extraña fuerza
empezó a tirar de mi hacía la oscuridad que se extendía a mis pies, al mismo tiempo las
raíces empezaron a elevarse. Si quería salir de allí tenía que ser capaz de llegar a ellas.
Impulsé mi cuerpo hacía arriba pero cada vez me veía arrastrada más hacía el fondo. Por
más que lo intentaba solo conseguía alejarme más y más.
La sentía. Estaba luchando por volver. A ella me unía un vínculo más fuerte que la
magia y por eso a pesar de perder los poderes notaba su lucha. Debía ayudarla. No la
dejaría escapar esta vez. Me concentré en su presencia y le envié todas mis fuerzas,
tenía la esperanza que sirviese de algo.
Una brillante luz bajó desde las ramas y se posó sobre mi pecho. Bajé la mirada para
verla. El colgante de Mahtah brillaba. Me sentí embargada por una fuerza sobrehumana
y gracias a su ayuda pude empezar a remontar la fuerza de la oscuridad. Cada vez estaba
más cerca de las raíces y me movía más rápido, pronto llegaría a tocarlas. Alargué la
mano esperando el milagroso encuentro. Cuando tuve un mínimo contacto cerré el puño
con fuerza. Era todo lo que tenía, no se me escaparía.
De repente todo cambio su curso. Las raíces empezaron a bajar y rodearme
rápidamente. Atravesaron mi cuerpo como si fuese de mantequilla y lo rodearon. En ese
momento empezaron a tirar de él.
No podía creer lo que veían mis ojos. La crisálida estaba brillando con una luz verdosa
y empezando a moverse. Estaba contrayéndose hacía su centro. La luz aumentaba
progresivamente, no había duda el foco del brillo era el punto hacía donde se dirigían
las ramas. El pecho de Ireth. Fueron desapareciendo absorbidas por su cuerpo.
Finalmente el último resto de la crisálida se hundió en el pecho de Ireth. En ese
momento abrió los ojos. Avanzaba cada vez más y más rápido hacía el punto donde las raíces salían a la
superficie, en el foco de la luz esmeralda. La luz me cegó pos unos instantes que
parecieron eternos. Al volver a abrir los ojos no podía creer lo que veía. La cara de
Mahtah surcada por un mar de lágrimas. Volvía a estar en casa.
Las múltiples heridas de mi cuerpo se cerraban con un resplandor verdoso mientras me
levantaba a abrazar a Mahtah. Creía que no volvería a verle nunca. Le abracé y deseé
que ese instante fuese eterno, no quería volver a perderlo.
Al ver sus ojos otra vez no pude evitar que las lágrimas brotaran. Las heridas se le iban
cerrando dejando atrás un brillo de color verdoso. La miré a la cara, tenía los ojos con el
brillo de la luz verde que hasta hacía unos instantes inundaba la estancia, eliminando
eso había vuelto. Era mi Ireth. No pude evitarlo y me lancé a abrazarla. Por fin había
conseguido estar junto a ella de nuevo.
Lamentablemente el abrazo terminó. Pero inmediatamente nos dimos la mano. Ninguno
de los dos quería separarse. Me condujo hacía la puerta, quería dar un paseo conmigo.
Me pareció raro que no me hubiese hablado aún. Cruzamos la puerta t un rayo de Sol
me iluminó. Su efecto fue inmediato. Una hoja creció en mi brazo en apenas unos
segundos. Ambos nos miramos asombrados mientras veíamos como alrededor de la
hoja la piel iba adquiriendo una textura y color parecidos a la corteza de un árbol.
Asustada corrí al interior de la casa. Lentamente mi brazo volvió a su estado normal.
Me preguntaba que me pasaba. En ese momento descubrí una presencia en mi mente
que antes no estaba allí. Me recordaba a una planta. Al concentrarme en esa parte sin
explorar la hoja volvió a crecer. Volví a la vida gracias al espíritu de uno de los árboles
de Athel Loren que se introdujo en mí. Esa presencia era la mente del árbol, ahora unida
mediante simbiosis a mi ser. Seguí concentrada en su conciencia y poco a poco percibí
el pensamiento de todas las plantas del bosque. Me hablaban. Me contaron lo ocurrido
cuando morí frente a los caballeros bretonianos y el sacrificio de Mahtah. Ahora
entendía porque no pronunciaba palabra. Era mudo.
Volví a mi ser y no pude evitar lanzarle una mirada de amor mezclada con compasión,
su sacrificio fue enorme. Su respuesta fue una mirada de sorpresa. Acompañé su visión
hasta mi brazo y descubrí que era todo una rama. Al introducirme en la conciencia del
árbol que habita en mi me empiezo a transformar en él y se aceleraba el proceso cuamdo
estaba al Sol. Era muy peligroso mantener ese poder descontrolado. Tenía que aislarme
hasta que lo controlase.
Le conté todo a Mahtah y asintió con una mirada que intentaba evitar la tristeza. Esa
misma noche me interné en el bosque dispuesta a no volver hasta que no controlase todo
mi ser.
Han pasado varios años desde ese momento. Los árboles me han contado que los
caballeros responsables de mi muerte han sido asesinados sin piedad, me alegro. He
aprendido a controlar plenamente mi ser, tanto al sol como a la sombra. Descubrí que
durante invierno me aletargo y durante primavera estoy más activa, sigo el ciclo de los
árboles. Hoy vuelvo a casa. Por fin podré estar con Mahtah de nuevo. Esta vez nada nos
separará.

Elledan.

Esta historia, a sido creada por mi hermano Myrtaro, que me la ha cedido, para que pueda empezar el blog, mientras yo termino de escribir mis ideas.



Elledan
Un frío viento sopla esta noche. Igual que aquella noche en la que todo empezó, los
dioses han querido recrear fielmente el escenario, pero esta vez los papeles se han
invertido. Esta vez él iba a morir, era el único superviviente de mi venganza, la cual
terminará esta noche.
Una vez fui una sombra del bosque, uno de aquellos que lo guardan frente a cualquier
peligro, quienes caminan por las ramas como si andarán por la tierra más llana y
disparan como si hablarán. Una vez fui un forestal. Pero esa noche todo terminó, una
noche igual que esta, el caballero bretoniano y toda su compañía entraron en mi bosque
y lo atacaron, talaron árboles, cazaron animales por diversión, se rieron del bosque y no
podía consentirlo.
Ninguno de nosotros podría consentirlo jamás, ni yo ni mis compañeros, así que fuimos
rápidos al lugar donde se estaba realizando la afrenta y al ver a tanta naturaleza muerta
todos enloquecimos y nos lanzamos al ataque contra aquellos que se hacían llamar
nobles. Nos superaban en número pero eso no suponía una desventaja. La arremetida
fue rápida. Alrededor de mi cabeza silbaban las flechas de mis compañeros y aunque
muchas impactaban contra la armadura o eran despejadas por el escudo, ocasionalmente
abatían a algún caballero. Ese fue nuestro error: creer que las flechas les detendrían.
Aquellos seres luchaban condenadamente bien y antes de nuestra segunda oleada de
flechas ellos ya habían subido en su caballos y empezado la carga. A partir de ese
momento todo fue mal…la sangre de mis compañeros tiñó las verdes hojas de rojo y
ningún elfo quedó en pie. Ni siquiera yo. Todos murieron por mi culpa, yo era su
capitán, yo les dirigí a la muerte. Pero mi caso…fue distinto.
Aquel quien ahora tengo delante fue quien me empaló en su lanza. Pero yo sabía que no
podía morir, con mis últimas fuerzas disparé mi flecha que rebotó mágicamente de la
piel de aquel despreciable ser, pero, tras el impacto de mi proyectil el caballero me
lanzó al suelo para rematarme. De repente todo se apagó, no llegué a notar el impacto
contra el suelo, entonces supe que estaba muerto. Mientras mantuve uso de la razón juré
que los causantes de esta masacre no saldrían impunes.
En ese momento todo empezó a salirse de lo normal, mi sangre ardía y poco a poco me
volví a sentir unido a mi cuerpo. Hasta que, al final, desperté. No entendía nada estaba
seguro de haber muerto pero también estaba allí, vivo. Supuse que sería una broma de
los dioses y querían ver de hasta donde llegaría mi odio. No iba a desaprovechar esta
oportunidad. Recogí una flecha de la mano de cada uno de mis antiguos compañeros sus
respectivos asesinos las recibirían en su cuerpo. 10 flechas, 10 caballeros. No fallaría
ninguna. Después les rendí un homenaje tanto a mis compañeros como al bosque,
aunque todos eran uno. Teñí mis verdes ropas de un negro más oscuro que la misma
noche. No fue hasta entonces cuando empezó mi venganza.
Mi primera víctima fue un bretoniano de mediana edad, casado. Robé su puñal con
discreción y maté a la mujer a quien tanto amaba. Pronto fue acusado de asesinato y
encarcelado. El mismo día del juicio me colé en su celda y le ensarté la flecha con mi
fría mirada clavada en sus ojos agonizantes, preguntándose quien era yo. No me
reconoció hasta su última exhalación. Había decidido no solo matarles, sino también
hacerles sufrir lo máximo posible.
El segundo lo maté, aún con más esfuerzo del debido, cuando iba a conseguir lo que
más deseaba: participar en una cruzada. Lo seguí a través del Viejo Mundo y, cuando selanzó a la carga contra las hordas de guerreros del caos, mi proyectil le atravesó
limpiamente el cuello, nunca llegó a finalizar su carga.
El tercero amante del amor carnal, tuvo una desagradable sorpresa al ver un reguero de
sangre correr por la cabeza de la mujer con quien estaba. No le dio tiempo a saber donde
estaba el asesino.
Por aquel entonces algunos de los siete supervivientes se habían percatado que algo
pasaba y empezaron a ser más precavidos.
El cuarto ignoró el miedo del resto y en una cacería de repente vio aparecer una extraña
sombra negra encapuchada con la cabeza de sus perros en una mano y en la otra un
arco. Cayó al suelo antes de abrir la boca.
El quinto, gran amante del dinero, fue en el que más tiempo invertí en su dolor. Durante
más de un año estuve saboteando todos sus negocios y saqueando sus arcas. Al final una
vez estuvo arruinado, me presenté en su casa y no opuso resistencia.
El siguiente prefirió el suicidio antes que mi venganza. Lamentablemente, mi flecha
llegó antes que su espada a su corazón.
Dos de los que aún quedaban colaboraron en montar una fiesta por el matrimonio de sus
hijos. Durante la preparación del banquete envenené los alimentos, muriendo todos los
invitados en la celebración. Todos excepto mis objetivos que fueron los únicos que
recibieron platos sin veneno. Ellos me vieron pasar como una sombra entre los muertos.
Me reconocieron e intentaron pedir clemencia. No hubo piedad.
Con el noveno tuve que liquidar a un ejército de mercenarios que había contratado para
protegerlo. Ni todos los soldados del mundo pudieron evitar que mi flecha terminara en
su pecho.
Hoy terminaré mi venganza. Mi último objetivo esta desposeído de todo lo que amaba:
sus caballeros, mis anteriores nueve víctimas. Él fue mi asesino y lo tengo al borde de la
locura al otro lado de la ventana. Me ha visto, sabe que estoy aquí y que mi proyectil le
matará, aún así esta delante de la ventana y se ha rendido a su destino. Mi última flecha
impacta como las anteriores completando mi venganza. Por fin después de cinco años
puedo afirmar que estoy muerto…